martes, 21 de febrero de 2012

La Gran Guerra. Tarea 3.2 HMC


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La Tregua de Navidad.

El paisaje es desolador. El frio nos congela las manos y pies. El cabo Stevens que nos escribe las cartas dice que casi ni puede escribir de lo frias que tiene las manos.
Por si el frio fuera poco, la humedad aquí en la trinchera nos cala hasta los huesos. Sinceramente no es el lugar más cómodo del mundo.
Llevo días sin pegar ojo, las tropas alemanas arremeten una y otra vez sin descanso. Por supuesto nuestros superiores no nos dejan descansar un instante y si a esto sumamos que cada día caen más de nuestros soldados y compañeros de trinchera, tenemos que estar siempre alerta y preparados para el combate.
Desde mi posición de camilllero y enfermero es peor aún. me estremezco cada vez que uno de nuestros soldados acude (si le ha dado tiempo a llegar a la trinchera)con alguna herida de bala o el rostro ensangrentado. Aquí los medios son limitados, no tenemos prácticamente materiales ya en los botiquines. Muchos de ellos mueren desangrados.
Hoy el campo de batalla está lleno de cuerpos. Las tierras de Ypres se alimentan de la sangre derramada por los nuestros y la de los soldados alemanes caídos también en batalla. Las trincheras enemigas están a tan solo 100 metros de las nuestras. Imagino que allí también habrá algún hombre que se pregunte hasta cuándo durará todo esto. Mis fuerzas flaquean, a veces pienso si no es mejor que una bala perdida me alcance. Ya no soy el niño que lleno de vitalidad abandonó Londres , me he convertido en un hombre triste, en un viejo que espera cada día la hora de su muerte. Aún así considero que la suerte no me ha abandonado del todo. Las batallas en campo abierto , donde las balas y los cañones disparan sin un blanco fijo, han sabido esquivarme, al menos es lo que me gusta pensar.
Si pudieran contestar los compañeros caídos, seguro nos dirían la suerte que tenemos de encontrarnos en este resguardo simulado, del cual no podemos salir sin antes preguntar a los artificieros en que puntos se encuentran las minas explosivas.

Las explosiones no han cesado desde hace dos horas. El olor a pólvora lo inunda todo. Miro el reloj que mi padre me dio cuando salí de casa, tan decidio a alistarme a filas para servir a esta gran patria. No me había dado cuenta el día que marca. 24 de diciembre de 1914, hoy es Nochebuena, es mi primera Navidad fuera de casa, cuanto os echo de menos.
Al levantar la vista del reloj, ensimismado como estaba en mis pensamientos e intentando aguantar las lágrimas, me doy cuenta que los artilleros no disparan. Nadie lanza granadas, los morteros y los lanzallamas han parado de silvar su maléfico veneno. ¿Qué es lo que está pasando? Nos miramos los unos a los otros. Desde el fondo de nuestra trinchera se escucha un murmullo y el Teniento Reynolds se acerca con paso firme hasta la primera línea, donde yo y mis compañeros nos encontramos. Viene acompañado del traductor, no entiendo qué ocurre. Su llegada añade más silencio aún a la situación, acostumbrados a las explosiones y a la tierra que nos cae encima con cada bomba, parece que hemos llegado al cielo, creo que hasta se oyen los angeles. Pero que estoy diciendo, ¿hablan alemán los angeles? Pero, ¿ qué son esos gritos desde las trincheras alemanas?
No puede ser, deben ser disparos, algún arma nueva, todos estamos espectantes. El teniente se atreve a asomar la cabeza muy despacio y vemos su cara de asombro cuando baja de nuevo rápidamente a la zanja. Pide a su traductor que le informe sobre que son esos gritos. Todos queremos saber que dicen.

- ¡Alto el fuego!- Acaba de decir del traductor.

El teniente balbucea que los alemanes han encendido lámparas a lo largo de toda su trinchera y que además hay adornos colgados en las alambradas. De repente se escuchan cánticos y todos los presentes y más cercanos a la escena, miramos a Paul, nuestro traductor. Cuando comienza a traducir no creemos lo que nos está diciendo.

- Están entonando "Stile Nacht", Noche de Paz.

No acabo de enterarme bien de la situación, ¿ los alemanes están cantando villancicos?
Paul continua diciendo que siguen también gritos de "feliz Navidad". La voz empieza a correrse por todo el corredor. De la misma forma que se fue pasando el mensaje de unos a otros, es devuelto en forma de aplausos y gritos de alegría de nuestros compañeros. Todos estamos vitoreando y cantando también villancicos. Nos abrazamos. Algunos han salido de las trincheras y del lado de los alemanes empiezan a acercarse con un abeto, muy rudimentariamente adornado, hacia nuestras filas. Todos salimos de las trincheras y nos acercamos. ¿Será un sueño, he muerto, me ha alcanzado la bala de la que hablaba? ¿ Es posible que una noche como esta llegue la paz? Hace 15 minutos estabamos matandonos los unos a los otros.
¿Qué poder hace que todo se detenga? ¿Qué magia nos ha concedido esta tregua de Navidad?

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